"Escribir es soñar despierta, imaginar en palabras, grabar los pensamientos, atravesar muros, saltar barreras, burlar límites, traspasar fronteras, vivir en libertad"
Solariana Penalva

jueves, 17 de junio de 2010

No hubo viaje

No hubo viaje... Las conexiones se disiparon lentamente, reabsorbidas por la materia gris que antaño había elucubrado en colores, guiada por la visualización de un perfecto espectro reproducido sobre el telón infinito de un cielo que comenzaba a renacer después de algunos días de húmedas tormentas que envolvían en la distancia dos cuerpos expectantes, arrebatados e ilusos, pues, ilusorias sus expectativas, nacían y crecían en un ambiente hostil y neptuniano, cargado de indecisiones, engañosos y quiméricos ensueños, manipulaciones, demandas y mentiras intencionales.

No hubo encuentro... Las hormonas alteradas y juguetonas blasfemaban alzando un canto a la lujuria sumidas en una impaciencia despojada de todo lujo inicial, puramente minimalista, pero no abstracta, concreta, en la más selecta y definida de las concreciones; fijados sus ojos en ese acto de la entrega, de la mutua entrega..., una falsa e imaginaria entrega que nunca fue porque nunca habría de ocurrir. La mentira, la irrealidad o la farsa siempre se antepusieron, ganando terreno a los sueños, que se desvanecían en una densa y pesada lentitud que hollaba las decrecientes ilusiones que otrora relucieran envueltas en áureas auras resplandecientes en esperanzada incertidumbre bajo la capa más fiel de la más ingenua de las credulidades.

No hubo viaje, no hubo encuentro, no se cumplieron las promesas, no se materializó el amor. Dos cuerpos vagan a miles de kilómetros sobre la superficie crespada de la esfera terrestre; inmenso azul oceanográfico, como inmensa muralla insalvable, se expande ante sus entornados ojos cubiertos por párpados descendentes, seguros, ahora, de que jamás volverán a elevar el vuelo de sus pestañas, de que jamás volverán a fabricar sueños hechos de megapíxeles o gigabytes, mientras continúan, indefinidamente, pisando tierra firme, esa tierra árida y yerma de su cotidiana y eterna soledad.












Solariana Penalva

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