"Escribir es soñar despierta, imaginar en palabras, grabar los pensamientos, atravesar muros, saltar barreras, burlar límites, traspasar fronteras, vivir en libertad"
Solariana Penalva

miércoles, 16 de junio de 2010

Descarnada

Ligera, como quien deja su mochila cargada junto a una piedra y echa a correr por en medio del campo tras las mariposillas, y divisa el horizonte muy lejos muy lejos, como si todo abarcara un espacio infinito, sin límites, sintiéndose en una total y placentera sensación de libertad, como flotando en una atmósfera cargada de oxígeno, límpido y fresco, puro como el rumor del arroyo y el trinar de los pajarillos, pero aderezado con el aroma silvestre de las margaritas y las amapolas y un toque revitalizante de lavanda matizado por el perfume sensual de algunas rosas, así me sentí en aquel momento, un momento confuso en el que respiraba suave pero intensamente, como si nunca hubiera respirado de esa forma; no había olores pero tenía una sensación como de inundarme de aromas de perfumes de ángeles y me vi flotando en absoluta libertad rodeada de un espacio infinito, inmensamente infinito, desprovisto totalmente de límites, invadido por luces de diferentes colores e intensidad de brillo, luces que me atraían como imanes, y yo flotaba en ese espacio como en un vaivén desordenado y desconcertante, moviéndome de acá para allá en todas direcciones, de arriba a abajo y de abajo arriba, de izquierda a derecha, de adelante hacia atrás, recorriendo unas veces distancias cortísimas, pero otras, en una especie de caída libre a toda velocidad haciéndome notar como un gusanillo en el estómago, como cuando en la feria me montaba en atracciones del tipo de la noria y la montaña rusa.

De manera involuntaria me llevé mis manos al estómago en un movimiento instintivo, pero, algo me hizo estremecer..., no tenía estómago, es como si mis manos hubieran atravesado un espacio desprovisto de materia. Entonces miré mis manos en otro ademán instintivo, y esta vez el escalofrío fue mayor..., no tenía manos. Intenté agarrarme a algo pero sin manos me resultaba imposible, además, no había donde agarrarse, todo flotaba como desprovisto de materia, en caída libre, cruzándose unas partículas con otras sin orden ni concierto pero sin chocar jamás entre ellas.

Comencé a interrogarme dónde estaba, quise tomar referencias, dirigí mi vista hacia todos lados, y al mirar hacia abajo, allí, inerte, sin vida, mi cuerpo yacía junto a una piedra.












Solariana Penalva

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