"Escribir es soñar despierta, imaginar en palabras, grabar los pensamientos, atravesar muros, saltar barreras, burlar límites, traspasar fronteras, vivir en libertad"
Solariana Penalva

sábado, 19 de junio de 2010

Rojo sobre Negro

Conducía con mis pensamientos clavados todo el tiempo en una misma escena. No podía ir demasiado deprisa, la lluvia enturbiaba los cristales de mi coche. Mi obsesión estaba llegando a producirme molestias estomacales y temía no poder poner mis cinco sentidos en el volante.

Una y otra vez mi mente volvía a entrar en aquella estancia. Volvía a notar el aire que movían al girar esas grandes aspas lenta y pesadamente sobre mi cabeza. Sentía de nuevo el sudor resbalando por mi frente y penetrando en mis ojos causando un molesto escozor. Unas manchas oscuras redondeadas, en mi blusa, bajo mis axilas, me delataban.

Me quedé por unos segundos con la captura de esta palabra, "delataban". De repente, algo me hizo frenar en seco. No, no se me cruzó ningún conejo..., y si se me cruzó no lo vi; en esos momentos solamente era capaz de ver las escenas que se sucedían en mi mente. Y los vi, vaya que si los vi; mi par de "manolos" rojos olvidados sobre el puf de terciopelo negro que hacía juego con el sofá; el sofá en el que había consumado mi hazaña.

-Jajajajaja-, no pude evitar reírme a carcajada; ¡las jugadas que te hace el destino! Todo tan calculado, todo tan ensayado, todo tan milimétricamente preparado y ahora, yo misma era víctima de mi propia métrica, de mi propia metodología.

Por un momento sentí la tentación de dar media vuelta y regresar sobre mis pasos pero ya era tarde, era demasiado tarde y lo sabía. No haría más que tropezarme con la policía en el mismo escenario. Sin embargo, ya no había vuelta atrás, ya no podía rectificar nada; yo misma me había entregado al dejar bien visible la prueba de mi crimen.

Reanudé la marcha y continué mi camino dando vueltas sin parar a mi cabeza.

Su cuerpo ensangrentado y sin vida tumbado sobre el sofá negro mostraba un pene desnudo conteniendo restos de mi ADN. Eso y un inconfundible aroma a Poison de Dior en el cuello de su camisa eran suficientes pruebas para detectar que había tenido contacto sexual con alguien que era yo. Pero, sin embargo, nada más lo habría de relacionar conmigo.
La autoría del crimen... eso ya podía adjudicársele a otro autor. Había que buscar un móvil... y bien podrían haber sido los celos. Pero mis zapatos estaban ahí y, sin embargo yo, no estaba, ni viva ni muerta; ¿desaparecida quizás?, ¿secuestrada como testigo del crimen?...

De seguro no tardarían en dar conmigo como propietaria de los "manolos". El perfume, averiguarían que también me pertenecía y enseguida comprobarían que el ADN de la persona con la que el occiso había copulado, era mío también.
¿Qué hacer?... ¿presentarme allí como si nada en busca de unos manolos olvidados y aparentar conmoción al darme cuenta de que Roberto estaba muerto?, ¿olvidarme de mis zapatos?, ¿derrumbarme cuando la policía comenzase a hacerme preguntas?, ¿desaparecer como si alguien tuviera interés en que la policía no hablara conmigo?... Eso sería mucho peor, haría caer las primeras sospechas sobre mí automáticamente.
Entonces... ¿qué hacer? ¿Dejar mis zapatos como prueba?... Sí, tal vez esa era la mejor idea..., la prueba de mi crímen acudiendo a sus ojos sin reservas para delatarme. Eso les confundiría hasta el extremo de pensar que la propietaria del calzado nada tenía que ver con ese homicidio.

Parece que esa idea me había convencido; me gustaba, estaba satisfecha y me sentí optimista coincidiendo con la salida de unos tenues rayos de sol de última hora que asomaban tras una nube pasajera que se alejaba. La lluvia había cesado por completo y comencé a alegrar un poco el ritmo del motor de mi BMW cuando un pajarraco negro como el carbón se me echó encima sin poder esquivarlo. Automáticamente me desvié de mi camino y fui a chocar con un árbol que parecía estar plantado en ese lugar para tal fin.

A unos metros sobre la escena del accidente pude contemplar mi cuerpo ensangrentado yacer en el interior de mi vehículo con el pico del cuervo clavado en uno de mis ojos y el azabache de su plumaje cubierto de abundante, espesa y roja sangre.












Solariana Penalva

Blues

¿Qué se esconde tras ese sonido...?

La melancolía pasajera...

La desesperanza, quizás.

Una armónica protagoniza el silencio

mientras es coreada por unas traviesas gotas de lluvia

que se unen en alegre conciliábulo y echan a correr calle abajo, como si llevaran prisa,

deslizándose por entre las ranuras del alcantarillado.

Una voz irrumpe de repente..., ha hecho callar a la armónica,

y con roncos sonidos agarrasperados inunda la soledad de la húmeda noche partiendo algún corazón que todavía permanecía entero.

A lo lejos se une una guitarra que acompasa el ritmo de las gotas de agua que empieza a ser más rápido y acelerado.

Poco a poco se acerca..., los compases invitan a bailar; una voz de ángel lo inunda todo ocultando bajo sus alados gorgoritos la tristeza de la armónica, que cabizbaja, se aleja lenta y pesadamente calle arriba con la triste compañía de un hombre que sujeta sus tristes pantalones con unos tristes tirantes marrones;

un hombre de piel oscura, sonrisa callada y voz ronca.

El sol anuncia su aparición allá en el horizonte...

Uno de sus rayos incide en el borde circular del metal dorado de una trompeta.

La ciudad aún duerme en el interior de sus rascacielos. Algunos hombres y mujeres comienzan a desperezarse. Otros, apenas están ahora llegando a sus catres.








Solariana Penalva

viernes, 18 de junio de 2010

De vacaciones en El Triángulo de las Bermudas

Entre dos aguas, entre dos superficies,

con el corazón en un puño,

a medio vestir,

medio desnuda,

con el alma medio encogida,

con medio cuerpo dentro y otro medio por salir,

con un pie en el interior y el otro fuera,

un nudo mudo en la garganta,

un ansia que detiene,

una calma que acelera,

un bloqueo circundante,

un ángel exterminador que aparece cuando menos te lo esperas.

Nada por hacer,

solo es posible aguardar.

Entre dos aguas,

entre dos temperaturas,

entre el frío y el calor,

entre el día y la noche,

entre Pinto y Valdemoro,

entre el odio y el amor;

atrapada en un agujero negro,

de vacaciones en el triángulo de las Bermudas,

así estoy yo sin saber de ti,

esperando a ese buen hombre que suele llamar dos veces.

Entre dos aguas, mi amor,

me desintegro en fragmentos,

me derrito cual cubito,

me deshago en pedacitos

que se esparcen por el suelo,

mientras me duelo y no puedo

ya moverme ni un centímetro.

Atrapada en un rincón,

perdida en el espacio-tiempo,

sin tiempo para esperar

y sin lugar para hacerlo.

Me consumo por momentos

y en un momento cualquiera

pienso si el ángel se fuera

y me dejara salir

de este punto sin fronteras,

de este adimensional lugar

donde ni siquiera existo

mientras no sepa de ti.









Solariana Penalva

jueves, 17 de junio de 2010

No hubo viaje

No hubo viaje... Las conexiones se disiparon lentamente, reabsorbidas por la materia gris que antaño había elucubrado en colores, guiada por la visualización de un perfecto espectro reproducido sobre el telón infinito de un cielo que comenzaba a renacer después de algunos días de húmedas tormentas que envolvían en la distancia dos cuerpos expectantes, arrebatados e ilusos, pues, ilusorias sus expectativas, nacían y crecían en un ambiente hostil y neptuniano, cargado de indecisiones, engañosos y quiméricos ensueños, manipulaciones, demandas y mentiras intencionales.

No hubo encuentro... Las hormonas alteradas y juguetonas blasfemaban alzando un canto a la lujuria sumidas en una impaciencia despojada de todo lujo inicial, puramente minimalista, pero no abstracta, concreta, en la más selecta y definida de las concreciones; fijados sus ojos en ese acto de la entrega, de la mutua entrega..., una falsa e imaginaria entrega que nunca fue porque nunca habría de ocurrir. La mentira, la irrealidad o la farsa siempre se antepusieron, ganando terreno a los sueños, que se desvanecían en una densa y pesada lentitud que hollaba las decrecientes ilusiones que otrora relucieran envueltas en áureas auras resplandecientes en esperanzada incertidumbre bajo la capa más fiel de la más ingenua de las credulidades.

No hubo viaje, no hubo encuentro, no se cumplieron las promesas, no se materializó el amor. Dos cuerpos vagan a miles de kilómetros sobre la superficie crespada de la esfera terrestre; inmenso azul oceanográfico, como inmensa muralla insalvable, se expande ante sus entornados ojos cubiertos por párpados descendentes, seguros, ahora, de que jamás volverán a elevar el vuelo de sus pestañas, de que jamás volverán a fabricar sueños hechos de megapíxeles o gigabytes, mientras continúan, indefinidamente, pisando tierra firme, esa tierra árida y yerma de su cotidiana y eterna soledad.












Solariana Penalva

miércoles, 16 de junio de 2010

Descarnada

Ligera, como quien deja su mochila cargada junto a una piedra y echa a correr por en medio del campo tras las mariposillas, y divisa el horizonte muy lejos muy lejos, como si todo abarcara un espacio infinito, sin límites, sintiéndose en una total y placentera sensación de libertad, como flotando en una atmósfera cargada de oxígeno, límpido y fresco, puro como el rumor del arroyo y el trinar de los pajarillos, pero aderezado con el aroma silvestre de las margaritas y las amapolas y un toque revitalizante de lavanda matizado por el perfume sensual de algunas rosas, así me sentí en aquel momento, un momento confuso en el que respiraba suave pero intensamente, como si nunca hubiera respirado de esa forma; no había olores pero tenía una sensación como de inundarme de aromas de perfumes de ángeles y me vi flotando en absoluta libertad rodeada de un espacio infinito, inmensamente infinito, desprovisto totalmente de límites, invadido por luces de diferentes colores e intensidad de brillo, luces que me atraían como imanes, y yo flotaba en ese espacio como en un vaivén desordenado y desconcertante, moviéndome de acá para allá en todas direcciones, de arriba a abajo y de abajo arriba, de izquierda a derecha, de adelante hacia atrás, recorriendo unas veces distancias cortísimas, pero otras, en una especie de caída libre a toda velocidad haciéndome notar como un gusanillo en el estómago, como cuando en la feria me montaba en atracciones del tipo de la noria y la montaña rusa.

De manera involuntaria me llevé mis manos al estómago en un movimiento instintivo, pero, algo me hizo estremecer..., no tenía estómago, es como si mis manos hubieran atravesado un espacio desprovisto de materia. Entonces miré mis manos en otro ademán instintivo, y esta vez el escalofrío fue mayor..., no tenía manos. Intenté agarrarme a algo pero sin manos me resultaba imposible, además, no había donde agarrarse, todo flotaba como desprovisto de materia, en caída libre, cruzándose unas partículas con otras sin orden ni concierto pero sin chocar jamás entre ellas.

Comencé a interrogarme dónde estaba, quise tomar referencias, dirigí mi vista hacia todos lados, y al mirar hacia abajo, allí, inerte, sin vida, mi cuerpo yacía junto a una piedra.












Solariana Penalva

lunes, 14 de junio de 2010

Mi cuerpo - Fantasía sobre Isadora Duncan


¿Es mi cuerpo la masa informe que me acompaña de día y en la noche me aguarda tumbado y olvidadizo en mi cama?

¿Es eso mi cuerpo? ¿eso que baila, eso que danza, que se mueve mientras mi vida arrastra, que ondula como las olas en el mar, que se mece cuando sopla el viento, que corre como un huracán, que se mueve al son de trompetas, al son de arpas y de violines, que se mueve cuando la luna canta? ¿es mi cuerpo eso que danza?


Nacida de un mar espumoso, de la bruma fresca del agua, nacida del vaivén de las olas, elevada por las aves en el espacio del aire. Dejada de la mano a la interperie, flotando en los algodones de las nubes, rozando con los dedos el entarimado del suelo. Mi cuerpo ha sido cubierto con evanescentes telas, con frágiles entramados de hilo que disimulan mi belleza, que tapan mis vergüenzas, que me protegen de las miradas ajenas. Mi cuerpo ha sido cubierto con evanescentes telas que me hacen aparecer como una diosa griega. Mi cuerpo se hace uno con ellas. Mi cuerpo como una tela danza en el aire. Las telas se pegan a mi cuerpo y mi cuerpo se apodera de ellas, las confunde con su piel, las transporta con sus músculos, las hace danzar, las hace vibrar. Las eleva al cielo y las arrastra a la tierra. Las hace girar y obedecerle. Mi cuerpo domina. Mi cuerpo es libre. Mi cuerpo danza...Danza en libertad. Danza, danza. Danzaaaaaa.












Solariana Penalva

Amor en la distancia

O- Ahh..., ahhh..., hummm..., ay..., ay..., ay..., ayayayayayayay..., sigue..., sigue..., aprieta..., más fuerte..., más rápido..., ah..., ah..., ahhhhhhhhh..., oh..., oh..., ohhhh..., ahhh, ahh...


T- Ahhhh, ahhhhh... Amor..., qué a gusto me he quedado, ¡me fascina la suavidad de tu piel!..., cada día soy más feliz contigo. ¡Qué bien me siento!
Voy a preparar el desayuno..., ¿te apetecen tostadas?, ¿con mantequilla o con aceite?, aunque hoy podríamos permitirnos unos croissants mojaditos en leche chocolateada... Voy a prepararlo, tú quédate un ratito más en la cama disfrutando de las sábanas con olor a almizcle y ámbar.

O- Te quiero, cada día más.

T- Y yo te adoro...


Al momento T-46 está de regreso de la cocina portando en un cuenco varias cápsulas de colores y sabores diferentes, muy nutritivas, equilibradas, sin colesterol, con una fórmula hídrica bien compensada en ácidos grasos omega 3, omega 6, lecitina de soja, betacaroteno, alicina, taurina y otras sustancias y nutrientes beneficiosos para la salud, aunque no se ha podido evitar en su composición algunos elementos despreciables provenientes de la última radiación solar que terminó de atravesar la última y frágil capa de ozono de la atmósfera terrestre.

T-46 y O-39 son pareja desde hace más de 140 años pero por cuestiones de trabajo no viven juntos. T-46 es ingeniero en una planta nuclear habilitada por una empresa terrestre de renombre en la zona noroeste del planeta Plutón, mientras que O-39 trabaja como empleada en un importante puesto en una sucursal de los laboratorios lunares Selene S. E., que desde el año 3.024 quedó establecida en la estrella Procyon, en su parte menos luminosa.

O-39 y T-46 acaban de vivir una de sus habituales escenas domésticas; como tienen por costumbre, han disfrutado de un momento íntimo satisfactorio y placentero en un maravilloso encuentro sexual de los que son proclives esta pareja bien avenida de macho y hembra terrestres cuyo amor surgió espontáneamente a raíz de un flechazo en una intercomunicación galáctica, siendo ambos muy jóvens, mientras O viajaba en una excursión organizada de fin de curso a Júpiter y T acababa de terminar su siesta y se disponía a volver a su trabajo cuando todavía se encontraba desempeñando su primer empleo en el planeta Tierra.

Durante este encuentro pasional, O ultimaba sus preparativos pues salía al día siguiente de viaje en misión de trabajo para resolver unos asuntos que implicaban de cerca a su sección en el laboratorio. Habría de madrugar, ya que la empresa la enviaba a Orión, que queda bastante distante de Procyon. Mientras tanto, T participaba en una acalorada reunión de ingenieros, técnicos, directivos y asesores, provenientes de varios puntos del universo, sobre los últimos acontecimientos y descubrimientos incidentes en la problemática vigente en cuanto a energía nuclear.

Minutos antes de comenzar cada uno su tarea, los dos habían programado sus computadoras sincronizándolas perfectamente para poder vivir su encuentro sexual en el mismo instante teniendo en cuenta la diferencia horaria de 158 horas, 36 minutos, 15 segundos, existente entre Plutón y Procyon.











Solariana Penalva

Indiferencia

Veo a la indiferencia posarse en las frías ramas del olvido. Aquí el
presente comenzó a desfigurar el futuro que una vez fue promesa
ineludible en un pasado ya obsoleto, ajeno a la inmediatez que suscita
la más inverosímil despreocupación, el desmedido desinterés y la desidia
más conspicua.
Yo, emborronada bajo las oscuras manchas de tinta negra, intento buscar un agujero de luz perdido en el infinito de las posibilidades... y no lo encuentro, todo se ha opacado.
Él, intenta por sobre todas las cosas parecer normal con su despótica
postura camuflada bajo el aparente remanso del deber cumplido.
Hipocresía, sobreviene distraidamente dirigida al núcleo infalible de la controversia. No hay acuerdo. No hay satisfacción...

Dos seres se enredan en la permanente vorágine de la diferencia de opinión.
Discuten acaloradamente. Se lastiman. Están fabricando su rencor a
fuerza de sutiles argumentos malintencionados, de erróneas conclusiones
desprovistas de significado aparente. Llegados a un punto crucial donde
los intereses atraviesan las placas tectónicas del aburrimiento y la
desidia provocando heridas irreparables, las voluntades se doblegan y
los ánimos caen por tierra, pero nadie se rinde.

Dos seres se han herido profundamente dañando su corteza cerebral y la válvula mitral del ventrículo izquierdo.












Solariana Penalva

Ignorar la ignorancia

Oh, qué dulce y amargo sabor, éste que me reconforta por años, que me nutre y me proporciona vida y placer, que me permite continuar mi camino, errante, pero resuelta, desesperada, pero osada, vieja, pero joven.

Ellos no se dan cuenta..., ¡ilusos!, caen en mi tela de araña con tanta facilidad..., ¡débiles!..., pero bellos, porque qué bellos los hace ser ese fluido que los recorre por dentro, ese fluido carmesí que es mi inspiración y es mi sustento, que es mi locura y a la vez lo que me mantiene cuerda, ¿o no...?, ¿acaso es cordura vivir pisando este planeta por toda la eternidad?, ¿y si estuviera loca...? sí, supongamos que mi mente no funciona como debiera, incluso que ni siquiera soy lo que creo ser..., tal vez solo sea una persona normal que ha perdido la razón; tal vez este mundo inmenso que se repite y se recicla, que nunca deja de existir a través de siglos y más siglos, sólo sea un establecimiento psiquiátrico del que no pueda escapar.

Y qué importa..., qué más da, ¿acaso no es lo mismo vivir encerrada por toda la eternidad en un mismo planeta que una vida entera entre los límites diferenciados de un manicomio? qué más da, si puedo seguir alimentándome, si puedo seguir degustando el sabor acre y dulce de la sabia que me mantiene con vida.

Escapar..., esa sería la clave; escapar al placer que me produce ese sabor; escapar a mi intento de supervivencia; escapar a mis instintos, escapar a mi naturaleza, escapar, ¡escapar!.

Debo trazar un plan para poder escapar de éste, mi nudo gordiano, eludiendo, obviando, esa duda, esa confusión, ese aleteo mental que me impide saber cuál es la realidad que vivo; ignorando mi ignorancia, sólo así lograré escapar.

De este modo, no importa si vivo prisionera de la eternidad o de una institución psiquiátrica, lo importante es dar con el plan ideal que me permita salir de donde estoy; la muerte, sólo la muerte podrá ser mi aliada.

Me resistiré, me resistiré a mis impulsos, me resistiré a mi atracción, me resistiré a mi tendencia a permanecer..., a ser eterna..., me haré libre, ¡libre por fin!

¡Mi propia sangre será la última que beba, cuando destroce mis dientes contra esa roca, cuando golpee mi rostro contra ella una y otra vez, desangrando mis encías y viendo rodar mis piezas dentales, mis amados colmillos, como piedras inservibles tiradas por el suelo, envueltos en sangre, esa que jamás volverá a servirme de alimento!

.....Han pasado años, pero no he muerto; aunque hora por fin he recuperado mi aspecto, el que me corresponde; soy una anciana desdentada y espero morir pronto; tal vez no dure más de lo que dure en mi plato esta sopa de pollo con fideos, ¿o es de pescado...? Y qué importa..., es igual que la de ayer, y que la de anteayer, y que la que me dieron los siete días de la semana pasada, y los de la anterior.....












Solariana Penalva

Como dos gotas de agua

Poema inspirado en la famosa frase del Conde de Lautréamont «bello como el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas»



Como una máquina de coser antigua

creando piezas de moderna moda,

inventé un día el conocerte

y tú me seguiste la broma

como un paraguas viejo,

abierto o cerrado, no importa;

y en la mesa de operaciones,

me hiciste el amor como a una idiota.



Transeúntes en el jardín del amor,

tropezamos con solemnes margaritas,

mientras las ranas saltaban a nuestro alrededor

y los grillos te mordían la camisa.

Fue entonces cuando me levantaste la falda

y hundiste en mis interioridades esa cosa,

entre dura, espesa, dulce y un tanto resbalosa,

que, no sé muy bien por qué, me hizo jadear burlona.



Pero, imposible nuestro amor, nos sumergió en la ruina,

tú, máquina de escribir y yo, sombrilla;

o... ¿era yo máquina de coser y tú paraguas?

vahhh, ¡¿qué importancia tiene eso?! ¡es solo una tontería!

Además, como agua y aceite, ya no pudimos separarnos...

Como la noche y el día, seguimos persistiendo en nuestras manías.

Yo salía en busca de tu cosa y,

como jugando al ratón que te pilla el gato,

te tenía detrás, dispuesto a cazar las mías.



Si no recuerdo mal, me tocaste en una tómbola,

y yo a ti te toqué en un sorteo de la lotería.

Y entre tanto tocarnos el uno al otro,

nuestros cuerpos parecían echar chispas...

Nos mordimos los labios y el culo

y, en un descuido, me penetraste aquel día

el corazón con tus dulces palabras,

tanto que perderlas me parece una agonía.



Hechos el uno para el otro somos,

como dos engranajes de relojería;

una pieza, de reloj de caballero,

y la otra, del Big Ben, me da la risa.

No sé cuánto puede perdurar aún esta locura,

ni de qué fecha data nuestra romántica aventura,

pero tengan por seguro ustedes

que dos personas tan afines no encontrarán en la vida;

como dos gotas de agua parecemos,

la una, de agua hirviendo y la otra, de agua fría,

como un témpano de hielo.












Solariana Penalva